Monday, February 20, 2006

Capítulo 11


Por fin de vacaciones y parece que me hubiera cambiado de país o de planeta. Y eso que estoy a menos de dos horas de mi casa. Con los muchachos encontramos un buen lugar donde acampar. Hay harta gente de nuestra edad y de nuestro estilo. Parece que no somos los únicos con ganas de escapar de nuestros padres y tratar de tejer una buena aventura para después contarla en Santiago.

Con Ámbar tuvimos buena onda en el bus. Me contó que tiene veinticinco y que se cambió de astronomía a teatro el año pasado. Según ella, se dio cuenta que su vocación son las tablas, yo le pregunté que por qué no se ponía a hacer surf o skate y ella se rió como si hubiera dicho algún buen chiste. Quedamos de acuerdo con juntarnos algún día en la playa para hacer algo. Uno siempre dice eso cuando quiere quedar bien con la gente. Ámbar andaba con su hermano chico y una amiga. Iba a juntarse con su pololo que llevaba dos semanas en El Tabo. Ella lleva dos años pololeando y parece que él aun no la convence del todo. Eso siempre pasa con las relaciones en donde el amor verdadero no está entremedio, uno trata de llenar los vacíos de amor con tiempo o sexo, pero eso nunca funciona. Yo tuve una polola más de un año y nunca me convencí si estaba pololeando o no. Era una especie de prueba para ver cuanto tiempo podía durar con la misma mujer. El problema fue que ella se aburrió antes y yo quedé con gusto a poco. Tenía en mi mente las ganas de batir un récord, o algo así.

El primer día en la playa, salimos a caminar por la arena con el Pera y me contó que yo le recordaba a un amigo que no veía hace tiempo. Se llamaba Benito. Yo le dije que encontraba que Benito era nombre de dibujo animado. El Pera me contó que lo dejó de ver cuando él empezó a escribir sobre su vida en un semanario que circulaba con El Mercurio. Según el Pera, Benito inventaba historias que después dejaban mal parados a todos. Benito empezó a ganar plata y se le subieron los humos a la cabeza. Empezó a falopear con Fuguet y de él nunca más se supo.

Parece que la Chica con el Guata tienen onda. No es que lo diga de celoso, aunque igual me da una cosa rara cuando los veo juntos. Ellos andan como siameses para todos lados y pareciera que el Gordo hubiera bajado varios kilitos, porque junto a ella camina más que ninguno de nosotros.

La primera noche en la playa, salimos los cuatro a caminar por el centro. El centro de las playas siempre son iguales en verano, en todos lados hay mucha gente que quiere impresionar con su onda, está lleno de ferias artesanales –que cada vez venden menos cosas artesanales- y de autos con la música fuerte que no respetan los pasos de cebras.

- Mira Benja, ahí está Ámbar. Parece que ese es su pololo –me grita el Guata, que tiene medio apretujada a la Chica.
- Y la amiga está re-buena. ¿Por qué no vai y le preguntai si tiene algún carretito? –acota el Pera.

No ando con ganas de hacerme el galán. Menos con una chica que anda con su pololo, por mucha cara de hueón que tenga el pobre. Pero tengo más que asumido que igual voy a ir a hablarle, en buena onda, y vamos a hacer migas con el pololo de ella y pasará quién sabe qué.

- Hola Ámbar. Que buena que te encuentro.
- Hola Benjamín. Te presento a mi pololo, Rodrigo.
- Hola Rodrigo
- Hola Benjamín –Me dijo con un tono más que amable, ese tono del típico pololo perfecto.
- Te presento a mis amigos, ellos son la Martina, el Gordo y el Pera.

Después de varios holas y saludos con besos en la cara, quedamos de acuerdo en ir a conversar un rato a la cabaña de Rodrigo. Rodrigo tiene cara de un tipo ganador, todos los tipos ganadores tienen cara de llamarse Rodrigo.

Quedamos de acuerdo en juntarnos a las diez en la misma esquina en donde nos encontramos. Nos despedimos y Ámbar me dio un beso cuneteado para despedirse, mientras Rodrigo, el ganador, le decía chao a la Martina. Según el Pera: típica actitud de Perra que quiere pasar por Chanchita. No sé de adónde habrá sacado esa frase, pero pareciera que la hubiera inventado yo mismo.











Thursday, February 09, 2006

Capítulo 10


Hace tiempo que no posteo. En realidad, hace tiempo que no escribo nada. No porque esté en crisis mi vocación, sino que todo pasa por una razón mucho más simple: estoy de vacaciones y los libros y los Pc los veo solamente de vez en cuando.

Mis vacaciones empiezan cuando llego a la playa, nunca antes. Estar en Santiago, con treinta y cinco grados Celsius, no es vacaciones para nadie, por más que no haya mucho que hacer, y me levante con el hachazo a las tres de la tarde todos los días.

Este año mi mamá me preguntó si la iba a acompañar a Pucón, como siempre. Ella iba acompañada de tres amigas, las que cuando se curan, me cierran el ojo izquierdo de una forma coqueta. El problema es que las tres tienen la misma edad de mi mamá y no me las tiraría jamás, porque sería como tener onda con mi vieja.


-
Es que con el Pera, el Guata y la chica nos vamos a ir a la playa a acampar. Lo tenemos todo listo. ¿no te molesta ir sola a Pucón este año?
- No Benyi. Ya estás grande y tienes todo el derecho a elegir lo que quieras hacer. En todo caso la Anita Luisa y la Pame, me preguntaron si ibas. Ellas te quieren tanto. Son como tus madres postizas.
- Mira. Qué amorosas ellas.


El Plan

Tenemos la plata justa para ir a alguna playa cercana, arrendar algún espacio donde poner nuestra carpa e instalarnos por diez días. Llevamos la comida que sacamos de nuestras casas. El Pera lleva una carpa que es para seis personas. La Chica lleva una cocinilla que está ad-hoc con la situación. Yo puse los sacos de dormir, que aguantan hasta dos grados bajo cero. Y el Guata... bueno, el Guata tiene ganas de pasarlo bien y lleva de La Verde.


El Guata

Hola. Quizás sea bueno que me presente. Me llamo Gerardo Humberto Valenzuela Isis y tengo 19. Para explicar mi sobrenombre –Guata, guatón y sus derivados- basta con contarles que mido 1.86 y peso 156 kilos. O sea, soy guatón-guatón. Tranquilos, no me molesta en absoluto el sobrenombre, lo tengo más que asumido. Vivo en Quinta Normal, cerca del Artequín. Estoy en el preuniversitario de la Usach y no tengo mina. Por lo menos, no una fija, porque seré guatón, pero no hueón, eso lo digo siempre.

Al Benja y a todos sus secuaces, los conocí un buen 18 de septiembre en la Yein Fonda. Andábamos todos medios cufifas y como Benjamín es un poco conversador, se puso a hablar con mi prima, la que estaba conmigo en ese momento. Me cayó bien altiro, igual que toda la gente que andaba con él. La cuestión es que al poco rato nos paramos y nos fuimos a fumar un poco de la verde que yo andaba trayendo. Para celebrar las nuevas amistades, obvio. De ahí que no nos hemos dejado de hablar y siento que hice un buen amigo ese día de la patria. Aunque el muy desgraciado se haya agarrado a mi prima delante de mí, aquella noche, mientras Álvaro Henríquez hacía su trabajo.



Juntitos y revueltos

Está todo listo. Tenemos los pasajes para El Tabo, mañana a las nueve de la mañana, vía Pullman Bus. Siento que es buena idea celebrar nuestro inicio de vacaciones, aun cuando ya estemos a inicios de febrero y en la Tele ya se le esté haciendo propaganda a los uniformes escolares.

-
Ya, Chiquitita hermosa-linda-preciosa. Tomémonos un buen ron, en tu casa, para celebrar nuestro inicio de vacaciones. ¿Te parece?
- Bueno, pero ven sólo con dos más.
- Listo.
- Se armó.
- Te tiraste.
- Vamos a ver...



9.02 a.m

-
¡Corre Guatón!, se va el bus...
- No puedo más, píllalo tú...
- ...
- Ahí está –le dije al chofer, mientras le mostraba los pasajes-. Gracias, nos atrasamos un poquito, pero igual llegamos.
- Suban, nos está esperando.
- Gracias.
- Gracias
- Gracias- Balbuceó el Pera, que anoche tomó más de lo que debería.



La Martina se sentó con el Guata y yo senté al Pera entre la ventana y mi asiento.



Golpe en el Pecho

-
Disculpa, ¿me puedes avisar cuando este bus llegue a El Tabo, por favor?- me preguntó la desconocida que estaba inmediatamente a mi derecha.
- Emmm... sí, por supuesto, también vamos para allá.
- Gracias, te pasaste.
- Ningún problema. Benjamín... Benjamín me llamo ¿y tú?
- Ambar. Un gusto.
- Sin duda, el gusto es mío.



Monday, February 06, 2006

  • Capítulo 9

    Las clases están que terminan y siento que ya no doy más. Es como si mi cuerpo hubiera dosificado sus fuerzas para hacerlas durar justo un año. El calor está comenzando a volver y las poleritas cortitas de las mujeres están volviendo a decorar las calles de nuestra ciudad. Eso es bueno, es rico. El otro día volví a ver, después de largas semanas, a la chica, la Martina. Cómo vive cerca de mi casa, es normal topármela de vez en cuando. Ella era una de las que adornaban las calles con su polera-corta-apretada/sexi.

    A la Martina la considero una amiga. De esas que uno no ve siempre, pero que igual le tiene un cariño especial. De amigo-amiga. Esa tarde, yo andaba comprando en el Unimarc de Portugal cerca de la Alameda cuando me la encontré:

    - ¡Chiquitita! ¡tanto tiempo! ¿cómo estai? –le pregunté, mientras pesaba diez marraquetas.
    - ¡Bien, súper bien! ¿y tú, Benja?
    - Tranquilito. Comprando pan para tomar onces...
    - Té, querrás decir...
    - ¡Chuta! Se me olvidaba que erai media cuica...
    - ¿Por qué no vienes a tomar “onces” –ironizó- a mi casa? Estoy sola y podríamos conversar un rato.
    - Bueno. Yo llevo el pan...
    - Yo llevó el “Schanscho” –me siguió molestando.

    Eran cómo las siete de la tarde cuando entramos al departamento en donde vive la Martina. Estaba sola, su hermana andaba en un retiro espiritual, en el medio oriente, parece. La cuestión es que la chica era dueña de casa por lo menos durante un mes más.

    Nos sentamos, tomamos el Té, conversamos y que sé yo... algo pasó. Esa cuestión medio inevitable que tienen los encuentros hombre-mujer cuando la soledad es la única compañía. Para mí es raro, debo admitir que siempre, pero siempre-siempre, he tenido alguna aventurilla medio fogosa con mis amigas más cercanas. Esa cuestión siempre me pasa. A veces encuentro que es algo necesario. Da un poco más de confianza. No queda ninguna tranca sexual, ni de las otras, a la deriva, todas se apagan en una realidad pasada.

    La cosa es que terminadas de las onces, y empezando a ver una teleserie, que es el placer culpable de la chica, nos abrazamos y nos empezamos a acercar demasiado. Mutuamente. Nos besamos casi sin mirarnos y nos dejamos llevar. Creo que no volví a pensar con la cabeza fría hasta después de haber terminado, literalmente, aquél candente acto. Todo fue sin protección alguna, pero no nos preocupamos porque, según me confesó previamente la Martina, ella tomaba Ciclomex no sé cuánto, todos los días a las nueve de la noche en punto, por un problema en un ovario, y eso evitaría cualquier mal “embarazoso”. Creo que se entiende. Aunque debo ser sincero: aunque no hubiera habido método anticonceptivo alguno, hubiéramos hecho lo que hicimos sí o sí, el momento estuvo para eso, estuvo increíble, sí, demasiado bueno.

    Cuando me fui (o sea, “irme” de “irme para la casa”, a eso me refiero) se mantenía, a diferencia de mis otras aventuras-amistosas, una buena onda increíble y se entendía que no era más que un momento rico-fogoso de amigos. Una cuestión media liberal que a veces me asusta. Porque claro, es típico que uno de los dos quede pegado con lo que pasó, o que se pidan esas típicas explicaciones, ese típico ¿por qué pasó eso? que en realidad encuentro que no son más que boludeces con respuestas obvias. Aunque las respuestas obvias (¡fue un culión no más!, ¡estábamos calientes!) se disfrazan de: “lo pensé un poco mejor y somos demasiado buenos amigos como para romper esta relación tan duradera, no confundamos los sentimientos” o cosas por el estilo.

    Con la Chica no hubo ninguno de esos rollos. Tan amigos como siempre, incluso más amigos después de. Nos seguimos viendo y el atraque siguió ocurriendo hasta que la hermana de la chica, la Vere, llegó media tostada y cargada con regalos esotéricos para todos, un mes después.

Wednesday, February 01, 2006

Capítulo 8 1/2

- ¿Por qué lo haces? – la Cata me preguntó con su cara de angelito.
- ¿Qué cosa? – respondí afectado por las cuatro cuba-libre que me había tomado.
- Fumar. Fumar marihuana. Tú no eres así.

Trataba de entender lo que me decía mientras me encandilaba con su mirada, la mirada más bella que conozco.-

¡Estás tratando de esconder tus problemas! –me seguía retando.

Mientras la tenía delante de mí, sentí unas inmensas ganas de besarla como antes. No me importaba lo que me decía. No soy un adicto y lo sé. Lo importante en ese momento es que ella se estaba preocupando por lo que me pasaba, eso me partía el alma.

- Benja, ¿vai a fumar? – Me preguntó el Pera.
- No pelao, dale tú no más. No quiero.
- Ok hermano, igual te voy a dejar.
- Tranquilo, de verdad que hoy no.

La Cata me miró con cara de “haberlo logrado”, era su buena acción del día. Ella está destinada a ser mi ángel. Está jodida por eso. ¿Todos tenemos un ángel?. Quizás el resto no pueda ver a la Cata y ella sea mi ángel. Chucha. Si así fuera: ¿Uno se puede enamorar de su espíritu celeste?.