Tuesday, January 09, 2007

El Idioma de Tus Ojos


No sé bien por qué, pero ahora, en medio de la noche, en plena madrugada de un caluroso enero, me siento a escribir sobre ti. Siendo que seguramente lo que debería estar haciendo es dormir contigo, haciéndote cucharitas, como a ti te gusta. Y como a mí me gusta también. Y hablo de estar escribiendo ahora como algo anormal, porque tú, mujer que tanto soñé, estás a esta hora durmiendo en mi cama, con las piernas recogidas y dejando ver su silueta sólo tapada por mi sábana celeste a rayas blancas. De verdad, no entiendo qué hago acá, escribiendo. Te debería estar abrazando, demostrándote mi casi amor después de haber hecho el amor de la manera que lo hicimos. Y es que yo no suelo contar estas cosas de ésta manera, pero ahora, como pocas veces, intento traspasar sentimientos más que carne. Y hace no mucho rato tuvimos carne, pero también te dije al oído que “para mí esto no es follar”. Aunque casi sé que para ti sí lo es. Aunque te cargue decirlo y asumir que sueles guiarte por la carne y el sexo. Quizás no lo aceptas de la boca hacia fuera solamente. Quizás también estoy ahora escribiendo porque necesito dejar plasmado el sentimiento que casi me rebasa (lo siento dentro del pecho). Quizá, también esté escribiendo esto –que no sé bien qué es- porque me siento enamorado de ti y porque tengo la mala costumbre de no darme cuenta, o no querer darme cuenta de ello. Creo que sería mala idea enamorarme de ti. Sería lo más cercano a tirarse desde el décimo piso de un edificio directo al poco acogedor pavimento de cualquier calle. Sin duda te tengo miedo. Y quizá por eso también ahora esté escribiendo y escribiendo sin querer terminar jamás: por miedo. Por el miedo que tú inspiras en mí. Por la seguridad que sé que tienes. O, incluso, la inseguridad (no sé cómo explicarlo) que hace que pareciera que no sabes nada de lo que quieres y que cada cosa que se hace tuya la puedes desechar de un momento a otro sin que se te remuerda la conciencia ni un poco. No quiero decir que eres una mala mujer, muy por el contrario. Pero puedo decir que no eres una buena persona de la cual enamorarse. Porque tú no te enamoras. Quizá nunca te has enamorado de verdad. ¿Y por qué deberías enamorarte de mí? De un pobre tipo que no le gana a nadie en nada. Que ni siquiera suele empatar. (Eso se está empezando a transformar en una especie de lema de mi existencia).

Te acabo de mirar y eso dio como para haber hecho un punto aparte. Lo digo porque te quedé mirando por lo menos cinco minutos. Pensando mil cosas. Puedo decir que en mi cama nunca había dormido una mujer tan hermosa. Puedo describir cómo estás: Con tu polera corta amarilla y unos calzones blancos con bordes celeste, cubierta con mi sábana (que espero quede impregnada con tu olor). Con una mano por sobre tu cabeza y la otra afirmándote una oreja. Levemente inclinada. Con una pierna recogida. Con tus ojos bien cerrados y una especie de luz que me trasmite algo que no suelo sentir (no quiero asustar a nadie diciendo que nunca antes lo había sentido). Y yo, como idiota, escribe que escribe, sin poder (sin querer) dejar de hacerlo. Quizá simplemente porque sí. Seguramente sin un sentido fijo. Y tenerte a mis espaldas, mientras yo sigo intentando describir lo que para mí es realmente indescriptible, me calma, me tranquiliza, me da paz. Porque, pensándolo bien, si ahora me parar y fuera donde tú estás durmiendo, y te diera un beso mientras sueñas quizás en qué, no haría mucho más que lograr que el amor que tengo, que te tengo, se agrande y logre tocarte. Y eso no es lo que realmente me asusta. Sino que me asusta, por sobre todo que lo sepas, que sepas y entiendas lo que siento por ti. Soy cobarde. Lo sé. Y lo quiero seguir siendo.

Tú me inspiras demasiado amor. Amor que no estoy dispuesto a entregar. ¿Por qué? Porque así no corro riesgo. Así no daño a nadie y nadie me daña a mí. Es un buen trato. Y porque, como te dije, lamentablemente me cuesta confiar en ti. Y ahí tú como que te sentiste, pero al poco rato te diste cuenta que yo tenía razón. Y no me lo dijiste (pero yo bien lo supe) porque nunca vas a aceptar que a veces yo te gano. Aunque sueles ser tú la que gana en todo y yo tampoco lo asumo mucho. Y si empezamos a hablar de ganar y/o perder tú y yo sabemos que perder es lo que más podemos sacar de esto. Porque sí. Casi simplemente porque sí. Porque ambos no estamos tan cuerdos. Porque no sabemos mucho lo que queremos. Porque ambos tiritamos de miedo al saber del otro. Porque estoy seguro que a ti, al igual que a mí, también se te llena el pecho de puntitos como Peta-Zetas cuando sabemos algo del otro. Y quizá eso no sea amor. Y eso es algo muy probable. Pero por lo menos es algo muy parecido. Y sabe parecido.

Puedo decir que sabes parecido a un sueño. Si alguna vez alguien pudiera morder un sueño me entendería. Tú haces que el tiempo contigo se haga pasado inmediatamente. Creo que viviría atado a tu cintura. Creo que podría estar horas, días, meses chocando tu nariz con mi nariz y mirando tus ojos que hablan. Porque tus ojos, como nunca antes lo había visto, hablan. Dicen cosas. Eso sí, dicen cosas que no puedo entender muy bien. A veces dicen algo como no me ames. No sé. Creo que prefiero seguir sin entender el idioma de tus ojos.

Sunday, January 07, 2007

Arrancando el año

En mis manos cayó el libro "Abzurdah" de Cielo Latini, una chica que se hizo famosa, o "famosa", por escribir en un blog cosas ligadas a la anorexia y al poco interés de seguir con vida. En realidad, escribía uno de esos blogs de gente que le cuenta a todo el mundo que lo único que quiere es matarse, pero en realidad nunca lo hace. He aprendido últimamente que la gente que habla mucho es siempre la gente que hace poco. Una vez la Chica me prestó uno de esos libros de metafísica que tienen la portada de colores chillones, y ahí decía que cuando uno quiere hacer algo tiene que concentrarse en eso y tratar de no comentarle a nadie qué es lo que se tiene entre manos, principalmente, decía, para que las energías no se vayan por otros caminos y se centren solamente en lo que uno quiere. La verdad es que yo le encuentro toda la razón. Cada vez que quiero hacer algo, y le cuento a mis amigos, me sale mal. Algunos dicen que eso también se llama la Ley de Murphy, o de Eddye Murphy, como una vez dijo el Pera.
También he estado pensando en por qué siempre lo relacionado con el amor produce tantas urticarias. Y pensar que hay gente que dice que el amor es bonito. El amor lo que menos tiene es bonito. Lo que más hay son problemas. Siempre hay problemas, de todo tipo. Que la plata, que éste miro a ésta, que ésta a éste. Que cómo se te ocurre y mil cosas más. Por eso yo no tengo novia y tampoco me interesa tenerla. Aunque siempre que digo eso empiezo a tragarme las palabras al poco tiempo. Uno siempre termina tragándose las palabras. Uno siempre dice, hace, ve cosas que no espera. Yo ya estoy aburrido de que las cosas no salgan como espero.
La Chica, que es bastante esotérica, anda con varios horóscopos de distintas revistas leyendo el fututo que a cada uno de los personajes de mi grupo de amigos. Al Guatón siempre le recalca que en lo amoroso va a estar bien, aunque aun no va a conocer el gran amor de su vida. Sin duda a la Chica le sigue gustando el Guatón. Y eso que son una pareja tan dispareja, como Sergio Lagos con la Bolocco. A mí me sale en una revista que este año tendré lo material, por fin lo material. En realidad no me interesa mucho. Pero en otra me sale que tendré que aprender a perder. ¡Aprender a perder! Pero si no le he ganado en nada a nadie. Ni siquiera he empatado alguna vez. Y más encima me dicen que tengo que aprender a perder. ¡Aprender a perder!, es que lo repito porque no lo creo, no lo entiendo, no lo quiero. En el amor: "en los primeros meses del año tendrá una relación amorosa con quien menos se espera". Eso si que no lo creo, y ojalá que se cumpla. Y ojalá que Angelina Jolie por fin deje a Brad Pitt por este tremendo pedazo de filete chileno.
Yo ya no creo en muchas cosas. Y me gustaría volver a creer en cosas. En cosas tontas, como que el conejito de los dientes existe, o que el otro conejo, el de pascua, caga huevitos de chocolates en semana santa.