Sunday, February 18, 2007

No mucho más que un poco de realidad


El hombre más cúl de la televisión, de la radio, y de los comerciales de multitiendas, ahora se dedica a cantar. Canta algo así como que su mamá le está llamando por teléfono todo el rato. Y que eso le da miedo. A mí también me da miedo que mi mamá me llame por teléfono, siempre que ella lo hace o es para preguntar qué estoy haciendo y dónde estoy, o para mandarme a hacer algo que seguramente no me gustará mucho hacer. Creo que así son las mamás. Todas son iguales. Tienen necesariamente que ser iguales.

Otra cosa que me da vueltas en la cabeza son los comentarios en los fotologs. ¿Será posible que todo el mundo sea siempre tan amable? Todo el mundo se quiere ver con todo el mundo. Y todo el mundo se quiere juntar a carretear (o a “tomarse unas chelitas”) con todo el mundo. Todo el mundo ama a todo el mundo. Todo el mundo extraña a todo el mundo. Y todo el mundo agrega a “efés” (¿qué será eso?) a todo el mundo. Entendamos esto como parte de la falsedad que tenemos inmiscuida en nuestra idiosincrasia. Pienso que sería buena idea hacerme un fotolog. El fotolog del Benja Cruz. Ahí seguramente toda la gente me querría. Por lo menos sería una ventana cibernética de felicidad.

Hace un tiempo conocí por uno de estos fotolog a una chica que se veía bastante bien en su sitio de fotos. Era una de las favoritas que tenía el Guata en su propia página pro-hedonismo. Yo le hice uno de esos comentarios falsos: “Hola. Rico conocerte. Lindas fotos, visita mi blog...”. Ella lo visitó. Empezamos a hablar. Hasta que nos juntamos, un día cualquiera, a tomar algo. La reunión fue en Manuel Montt (me gusta Manuel Montt, aunque esté trillado). Yo pedí un ron, ella un Daikiri (creo que así se escribe) y conversamos, nos reímos hasta bien tarde.

- Yo pensaba que la gente ponía las fotos que más le acomodaban, en las que se veía mejor, en su fotolog. –dije antes de poner los labios en mi vaso.
- Pero si así es –me dijo ella.
- No lo creo. Tú eres mucho más bella en persona.

Ella se llamaba Pía. Pía es un nombre que no me cae bien. Pía es casi como no tener nombre, es como el diminutivo de uno.

La cosa es que conversamos de la vida, nos reímos otro tanto, y tuvimos muy buena onda. La fui a dejar a su casa. No pasó mucho en realidad. Creo que lo más interesante fue haber tenido una relación humana con alguien que existía sólo en mi computador. Pensé que no se podía. Que la gente que está detrás, en el ciber espacio, es sólo ficción. Y no. También es de carne y hueso.