Tuesday, December 12, 2006

Todos las Mujeres Son Infieles (Deben Venir Así de Fábrica)


Cuando mi mamá sale con su pololo los fines de semana, siento que por fin tengo mi casa propia y por fin puedo hacer lo que quiera. La felicidad se me acaba cuando me da hambre y me doy cuenta de que no se preparar ni un plato de tallarines. Me han dicho que eso es lo más fácil de cocinar. Mi mamá lleva una semana en no se qué playa, descansando, liberándose del estrés que le provoca esa oficina llena de viejas y de teléfonos que suenan gangosos cada 30 segundos. Yo no duraría ni un día en esa pega. Yo siempre he pensado que mi trabajo ideal es el de periodista, pero el de periodista de televisión. Viajan varios días y trabajan 2 horas. Y les pagan con bastantes ceros, también. En el fondo lo que quiero es lo mismo que todo el mundo: trabajar poco y ganar mucho. Es una máxima humana universal, es obvio. Es como que alguien te proponga escoger una mujer entre todas las mujeres del mundo, para hacerla feliz, hacerla reír 25 horas al día, darle besitos y esas cosas. Obvio que yo elegiría a la Cata, o a Ámbar. Cualquiera de las dos. Creo que es siempre bueno tener dos opciones, da como seguridad en el día a día. No sé bien a cual de las dos escogería en realidad. Quizás pediría cambiarme a uno de esos países raros para poder escogerlas a las dos. Es lo más sano.

Me he dado cuenta que los problemas universales están siempre centrados en el amor. O en el sexo. En realidad no sé bien si sean los problemas, pero lo que más causa expectación en la gente es cuando a alguien le pasa algo que posiblemente le podría pasar a un número considerable de gente. También es una especie de morbo. Somos todos morbosos. Yo soy bastante morboso. Y caliente, como me decía una ex. “Ahhh... ¡caliente!”. Pero yo sé que igual le gustaba. Si a todo el mundo le gustan esas cosas. Lo que pasa es que no nos atrevemos a reconocerlo.

Con el Pera tenemos una teoría que dice que las minas fieles son las que no existen. O sólo son fieles las que en realidad son hombres que se disfrazan de mujeres. Porque nosotros sí que sabemos de ser leales a la pareja. Las mujeres no. A mí antes me producía recelo aceptarlo, porque muy lamentablemente me gustan demasiado las mujeres. A pesar de que en varias ocasiones me lo puse en duda, intencionalmente, pero no, encuentro realmente intolerable y de mal gusto que un masa de carne viva te atraviese una y otra vez. Y nunca me ha gustado un hombre, a diferencia de algunos amigos míos que (entre borrachera y madrugada) dicen haberse sentido atraídos alguna vez en su vida por algún otro macho. Puedo decir que me gustan las minas. Y mientras más minas, más me gustan. Cuando digo “más minas”, me refiero a más escandalosas, y principalmente más infieles. Porque la infidelidad es una de las características de la mujer. Y yo lo tengo más que claro. Por eso no tengo una relación estable y seria. O “seria”. Porque no estoy tan preparado sicológicamente para compartir una relación con otro pelotudo. Aunque a veces parezca un veinteañero de mente amplia. No sé si se entendió bien. Me gustan las mujeres infieles, me gustan mucho, pero ojalá que no lo sean, o por lo menos que no lo demuestren. Porque las mujeres son expertas en que no nos demos cuenta de nada. Son una especie de brujas. Es un tema complicado.

1 comment:

+ flai said...

jajajajajaaj
voh tai pitiao guashooooo


pucha, yo tengo que aprender a cocinar antes de que se me vayan las féminas de la casa a puro meterse con negros en brasiiiiil.


aaah! caliente!

jajajaja